Historias: Lo bueno de Élder Malo
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| Ocho meses pasé en el área de la Isla de Ustupu, en San Blas (Kuna Yala - Panamá). Es una de las islas más cercanas a Colombia. Allí era obligado llevarse bien con el compañero. Si no te llevabas bien con él era terrible porque en un mes era el único misionero que veías, porque el área es tan lejos que sólo una vez al mes podíamos ir a la ciudad y ver a los demás compañeros.
Cuando ya tenía siete meses de estar ahí pensé que el presidente Duane B. Williams se había olvidado de que yo existía, pero ahora, reflexionando sobre todo lo que me ocurrió como misionero en ese lugar no puedo más que darle gracias a Dios de que me haya puesto en ese lugar a servir a los kunas.
En Ustupu estuve desde marzo de 1997 hasta octubre de ese año. Empecé con el Élder Allred, continué con el Élder Malohifo`Ou y mi último compañero en Ustupu fue el Élder Standley.
A Malohifo`Ou sólo le decían “Élder Malo”, para no pronunciar su apellido tan complicado que en realidad se pronuncia “maló jifó”, creo. Pero el Élder Malo realmente estaba lejos de ser malo.
Como no había electricidad en la Isla de Ustupu, la misión nos daba unas lámparas que funcionaban con gas y una mariposita (pelotita de tela) que se encendía e iluminaba toda la casa. Una tarde en la que me correspondía a mí encender la mencionada lámpara, se me cayó, se quebró la aguja por donde fluía el gas que mantenía la mariposita encendida y fue una verdadera tragedia. Pasamos tratando de reparar la aguja por más de tres horas, pero fue imposible. Estábamos a oscuras y no podíamos hacer nada.
Yo realmente estaba más preocupado porque Élder Malo iba a estar furioso conmigo. No me dijo nada. Me estuvo ayudando a reparar la lámpara. Al día siguiente continuamos en la misma tarea sin éxito. Para ir a la ciudad teníamos que tomar una avioneta y por eso nos la teníamos que ingeniar nosotros mismos primeros.
No recuerdo que Élder Malo me haya hecho algún gesto de reproche por mi imprudencia, más bien me ayudó y trató de no hacerme sentir mal, hasta que pudimos reparar la lámpara con ayuda del hermano Patricio Miscelis. Con esa experiencia aprendí un principio muy importante en la vida, la solidaridad, esa que nos falta a muchos aún para con los miembros de nuestra familia. La Misión no me sirvió sólo para compartir el evangelio, sino también para aprenderlo a través del ejemplo de mis compañeros. |
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